Monday, May 7, 2012

Semblanza cruda (y jocosa) del Matrimonio (I parte)


"Uno debería estar siempre enamorado. Por eso jamás deberíamos casarnos."
-Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

El Noviazgo
Con razón se dice que el noviazgo es la mejor época de una relación de pareja. ¡Claro! Es la relación perfecta, ya que en esta parte de la vida todo es color de rosa. El misterio y la elegancia son los elementos indispensables para la preservación de la pasión. Generalmente en los fines de semana, el novio invita a su pareja a salir. Él, una vez bañado y perfumado, usará sus mejores atuendos tanto externos como internos para ir en busca de su amada novia. Con una sonrisa a toda boca sale raudo hacia la casa de su prometida. En esos momentos la novia está terminándose de arreglar, se acaba de dar un baño con sales perfumadas, después se premune de una lencería negra Victoria’s Secret que en total pesa unos 85 gr. que cubre con las justas una micro falda, se lanza tres chisgueteadas de perfume francés en lugares estratégicos, ensaya una sonrisa conejil de brillante blanco marfil y con un ánimo dispuesto a sacarle el jugo a su novio, se prepara para el encuentro. Cuando el novio llega, se miran con esa peculiar mirada de orate y sonrisa babosa que suelen tener las parejas cuando están pasando por ese estado de enajenación mental, llamado enamoramiento. (Según Platón, el amor es un estado mental muy grave) Después de un húmedo beso, cogidos de las manitas, entran al auto y se dirigen a un buen restaurante japonés. Tras sendas copas de Sake y unos makis, deciden ir a la discoteca de moda. Una vez allí, con tres tragos y unos cuantos lentos, logran alborotar sus hormonas lo que los lleva con bastante premura al The Firebird Hotel. Ya en la suite se entregan a una explosión pasional, donde cada cual hace gala de sus conocimientos del Kamasutra. Quedando jadeantes, se quedan mirando el techo con una sonrisa de oreja a oreja. En este momento en que los arreglos del peinado, y algunos detalles que por ahí podrían estropear el encuentro, se arreglan disimuladamente y cada cual se va a su casa. Esta es la etapa maravillosa donde solo se conoce una cara de la moneda, la bonita.
El matrimonio
La unión matrimonial, es algo diametralmente distinto al noviazgo ya que a diferencia de la etapa prematrimonial donde sólo se muestra la parte rosa de la relación, en el matrimonio la convivencia mostrará crudamente la realidad de la vida cotidiana. Para las mujeres es una especie de liberación, pero para los hombres es la pérdida definitiva de muchas libertades y comodidades. Por ejemplo, los hombres dejarán con mucha nostalgia su dormitorio de soltero que tenía una decoración muy particular, como sus centerfolds de Playboy pegados en la pared, el banderín de su equipo de fútbol favorito, alguna que otra copa ganada en algún campeonato escolar, su mesa taller con herramientas para desarmar todo tipo de aparatos electrónicos, la computadora, la tele, su equipo de sonido, el DVD player, su raqueta de tenis, una tabla apoyada en una esquina y hasta quizás su moto colocada junto a la puerta, si es uno de esos locos fanáticos de deportes extremos. Ahora, al cruzar el umbral del registro civil, tendrá que vivir por el resto de su vida en un dormitorio decorado, diseñado, estructurado y preconcebido sólo para el placer y el gusto de su querida esposa, (esposa, sinónimo de un aparato muy conocido para enmarrocar a los delincuentes) Todo será rosado, habrá florcitas por doquier, cenefas y tules, un tocador estilo Luis XV color blanco con un gran espejo. De la misma forma, la cama tendrá una cabecera del mismo estilo y en la parte alta, coquetas rosas talladas enmarcando una fina esterilla tejida al estilo francés. El gusto no está en discusión, la cosa es que él ¡cómo va a extrañar su amada moto y su mesa taller con sus herramientas! El baño es otra historia, y esto va en serio, todos los baños de todas las casas de este planeta, son baños para damas. ¿Ha visto usted alguna casa donde en el baño se haya instalado un urinario? Bueno, en el baño de su nueva casa que ha comprado comprometiéndose con un banco por los siguientes treinta años, se le ha dispuesto 5 cm2 para colocar su máquina de afeitar, su cepillo de dientes y su foam, todo en el closet debajo del lavabo. Le han (han, porque su suegra desde antes del matrimonio ya ha estado intrigando y metiéndose en todo), dispuesto una toalla de diario viejita pero aún sin huecos, para que no ensucie las toallas nuevas. Pero no sólo estos aposentos estarán decorados para ella, sino absolutamente todo el resto de la casa. Él creerá que podrá sentarse en esos maravillosos sofás blancos que ha comprado y que podrá posar sus Addidas en las alfombras también blancas con sus amigos, ¡ni soñarlo! Ya su suegra ha dispuesto un comedorcito de diario de pino macizo para que el “desgraciado monstruo peludo de ocho manos” que se robó a su bebé pura e inocente como la mismísima Virgen María, coma y atienda a sus amigotes allí. En la sala, ¡ni soñar! En cuanto a la famosa primera noche de amor, qué distinta será cuando se encuentren con la vida real. Después de la ceremonia y la recepción, con las espaldas bien adoloridas por los trescientos palmazos recibidos, salen raudos en el Mercedes alquilado hacia la noche de locura de amor. Ya en el camino se dejan escuchar sendos comentarios como: “por fin terminó todo, los pies me están matando, ¡uf! ¡Qué calor hace! ¡Me muero de sueño! Cuando llegan al hotel, suben a la suite y él todo galante se dispone a cargar a su querida esposa. Cual Schwarzenegger la levanta con cierta gracia pero al hacerlo pierde el equilibrio porque el hombre tiene un cuarto del cerebro lleno de alcohol, y ¡plum! Ambos se van directamente al suelo. Entre risas y sobadas de trasero, riéndose hasta el llanto, ingresan a la suite del hotel de cinco estrellas. Se abrazan tiernamente y se dejan caer en la cama matrimonial. Ella se pone romanticona, se levanta, se va al baño y en cinco minutos hace su triunfal aparición premunida de un calzón-tanga casi invisible color negro, el cabello suelto cubriendo apenas sus hermosos pechos y extra dosis de perfume francés de alto octanaje. Sin embargo su sonrisa se le congela al ver a su “hombre para toda la vida” profundamente dormido y roncando como tren de sierra porque al fin y al cabo el sexo ya no es novedad para él y el champán ya es mayoría en sus venas. Ella lo mira como vería a un cuy y entonces se le pasa por la mente coger el velo del vestido de novia y estrangularlo allí donde está. Pero su infinita ternura maternal sumada a su instinto de economista por la jugosa hacienda de su marido se lo impide y se recuesta junto a su amado y más bien decide desarroparlo, ponerle su pijama y ayudarlo a meterse en la cama para terminar viendo televisión y de vez en cuando observar a su hombre dormir cual bestia recién parida. A eso de las 6 de la mañana se prende automáticamente el televisor y ambos saltan de la cama asustados. Se miran sonrientes con ojos alegañados y ella le estampa un profundo beso que él rechazará porque viene con un aliento de gato. Entonces ambos saltan de la cama y se dirigen al baño para dentrificarse y apurarse para que el mañanero no se enfríe. En el proceso, ella ve cómo su maridito hace unas carraspeadas gargantuales tan sonoras que su intención matinal la deja mejor para más tarde. Acto seguido, luego de comentar el acontecimiento de la noche anterior, los pisco sours, los whiskies y los champagnes, sumados a la comilona y la torta de matrimonio que es más pesada que el plomo, súbitamente se presentan sus efectos secundarios. Los dos coinciden en ir a la toilette. Obviamente el marido cederá la posta a su querida esposa. Hay que recordar que ahora ella es la reina de la casa y él ni siquiera el consorte sino el bufón-esclavo. Él esperará ansioso leyendo el diario que acaba de llegar, preguntando una y otra vez si ya va a salir. Cuando ella sale, su marido casi bizco de ansiedad, ingresa prácticamente atropellándola pues ya no puede esperar más. Una vez dentro se pregunta, ¡qué fue del perfume de Hubert de Givenchy, pardiez!
El nuevo hogar
Tras el desastre de Stalingrado en el hotel, se disponen a inaugurar el nuevo hogar. El ha comprado una linda casa diseñada por uno de los mejores arquitectos del momento y es la envidia de todos los que lo quieren tanto. Ella está encantada porque todas sus amigas la envidian porque logró casarse con el soltero más codiciado del grupo y más que nada, por ser tan sexy, desde luego, desde el punto de vista de su cuenta bancaria. Al entrar a la residencia, sienten esa maravillosa sensación de entrar a su propio territorio. Por fin, un sitio donde ellos serán de ahora en adelante, los únicos amos y señores del castillo, un lugar donde nunca nadie jamás les dirá lo que podrán hacer o no. Así, abrazados, cuando están por pasar a la hermosa terraza que antecede al jardín, la horrísona voz de la madre de ella rompe la armonía de aquel momento de felicidad. -¡Suegra! Grita el marido con los ojos desorbitados. ¡Mamá! Grita ella, -¿Cómo entraste? Nos diste el susto del siglo. La dulce suegra enarbolando una sardónica sonrisa les muestra un triplicado de la llave de la puerta de entrada y responde oronda;
- Me mandé hacer una llave extra para ayudar a instalarte hijita. El marido, comenzó sentir mareos y luego náuseas.
-Solamente voy a venir durante los primeros meses para decirte lo que tienes que hacer hijita, total no tienes experiencia, me lo vas a agradecer, ya verás. Se dirigía sólo a ella, ya que el marido, para la rataza, simplemente él no estaba allí. El hombre de la casa ante este panorama, sale deprisa hacia el dormitorio con cara de tranca. Ella, lo sigue. En el dormitorio ella le asegura que haría que se fuera, pero no inmediatamente para no herir los sentimientos de su mamita. Él accede de mala gana y hasta acepta que se quede a almorzar con tal que después se vaya. Ella le agradeció ser tan comprensivo dándole un meloso beso. Al bajar, ella encontró a su madre sentada en la sala.
-Espero que el feísimo de tu marido no te haya hecho un berrinche, mi amor, espetó la suegra. -No mami, no me ha dicho nada y es más queremos que te quedes a almorzar con nosotros.
-Bien, más le vale, respondió la bruja. Ve a llamar a tu padre, no esperarás que lo deje almorzar solo. Ella, dudando un momento, asintió con la cabeza.
-Sí, mami, por supuesto. Eso sí, mamita, yo voy a preparar el almuerzo, porfa, mira que es mi primer día en la casa.
-Bueno hijita, pero no te vayas a quemar, yo te voy a ayudar.
El marido, en el dormitorio, encendió el televisor y se puso a ver cable tratándose de olvidar por el momento el incidente ocurrido, precisamente, en el primer día de su vida de casado. ¡Aún no habían pasado las 24 horas desde que el cura lo había sentenciado de por vida! y en la cocina ya se había producido la invasión de Polonia.
La recién casada solo quería preparar una palta rellena como entrada, pero al intentar cortar la primera palta, su madre prácticamente se la arranchó de las manos,
-¿Te has fijado si está suficientemente madura, hijita?
-Ay  mami, por supuesto, dijo ella conteniéndose.
Cuando se dispuso a cortarla, su madre gritó:
-¡Ay! Dame, dame, hijita, fijo que te vas a cortar, me pones nerviosa, yo lo hago, más bien alcánzame los camarones y la mayonesa, y ten cuidado de no romper el plato y lávalo primero, y sécalo también. ¿Vas a usar los cubiertos de diario? ¿Qué mantel vas a poner? Usa el que yo te regalé, así me sentiré menos triste que te hayas ido de la casa con el tontín de tu maridito. ¿Ya le avisaste a tu padre? Anda, llámalo y aprovecha para decirle que lo llamó el señor del banco y que no se olvide..... Ella, sintió un estremecimiento en todo el cuerpo, no podía concebir lo que le estaba pasando. Otra vez aún después de casada, ¿seguiría su madre comandando su vida? Era la de ahora o nunca. Respirando profundamente, cogió a su madre de la cintura y la llevó en medio de protestas, y a paso de polka hacia el auto.
-Mamá, ¡basta! A partir de hoy esta es mi vida y la quiero vivir sola con mi esposo. Es el primer día de mi matrimonio, ¿entiendes? Yo te llamaré cuando quiera que vengas y no me hagas una escena porque esta vez no voy a ceder, ve a la casa y dale un beso a papá. Aún con la cara de desconcierto la bruja se trepó al auto y salió del predio rechinando las llantas. Mientras se alejaba el engendro, ella sintió que había ganado una primera batalla, y se sentía muy bien. Regresó a su casa, terminó tranquilamente de preparar el almuerzo y llamó a su marido. Al bajar, ella le presentó una linda mesa. Él le preguntó por su madre y ella le hizo un guiño. Él entendió perfectamente y se ambos se dispusieron a disfrutar de su primer almuerzo juntos y solos, en su propia casa. Después de un reparador encuentro íntimo y una deliciosa siesta, salieron a dar una vuelta en su nueva 4 x 4. En la noche, salieron a comer al restaurante de moda. Al entrar se encontraron con dos parejas de amigos.  Inmediatamente uno de ellos juntó otra mesa y sin preguntar, las dos parejas se acoplaron a los recién casados. Como de costumbre, en cinco minutos se polarizaron las conversaciones y los hombres se pusieron a comentar el último partido de fútbol, temas de política, hablaron de la querida de uno de sus amigos y hasta le preguntaron con la mayor raza qué tal se había comportado en la cama su esposa. Por su parte las amigas cuchicheando coincidieron en preguntarle cosas nada íntimas, como de qué tamaño la tenía, si era una fiera en la cama o era pura pinta. Finalmente después de pagarle la cuenta a todo el grupo, se fueron a su hogar comentando que estuvo simpática la reunión pero que la próxima vez buscarían un lugar no tan de moda. Al arribar a la casa vieron que las luces estaban encendidas.
–Ladrones, susurró asustada la recién casada. Se acercaron cuidadosamente y advirtieron que el auto de la querida suegra estaba parqueado en la entrada de la residencia. Entraron con cierta cautela y encontraron a los papás de ella sentados en la sala con cara de muy pocos amigos. Como de costumbre, al hombre de la casa ni lo saludaron y la suegra inmediatamente rompió en llanto quejándose amargamente de haber sido maltratada. El padre le pidió explicaciones y se armó, en un segundo, el bombardeo de Berlín. El marido de puntitas, se escurrió a su dormitorio, cerró la puerta despacito y dejó a la familia extraña que se matasen entre ellos. Más tarde bajaría a recoger los cadáveres. A las dos horas, se abrió la puerta y apareció su querida esposa con una cara que más bien parecía sello. Tenía los ojos desorbitados e inyectados y las mejillas mojadas por las lágrimas. Antes que pudiera preguntarle qué había pasado, su dulce y tierna esposa, lanzó un alarido que hizo que a su maridito se le erizaran los pelos de la nuca. ¡Me dejaste sola y no me defendiste, no pareces mi marido, si al menos me hubieses apoyado! ¡Buuuuuuaaaaaaaa!
-Querida no te pongas así, cálmate mi amor. ¡buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡No me toques, ¡No me toques! ¡Te odio, te odio, te odio!, ¡iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! ¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! El reciente marido, se cubrió la cara con una mano mientras se protegía con la sábana sentándose en la almohada sintiéndose igual al padre Karras ante Regan en el exorcista. Estaba viendo la cara oculta de la Luna y no era Selene sino el mismísimo demonio en persona y lo peor de todo es que se acababa de casar con él. Decidió esperar y, siempre protegiéndose, esta vez con el cubrecama, dejó que su esposita se calmara. Observó que ella se había dirigido a su cartera y había sacado unas pastillas.
–¿Desde cuándo toma pastillas? Pensó para sí. Cuando se calmó y finalmente se quedó dormida, miró por encima de su cartera y vio sendos blísters de Xanax, Prozac, Tonopan, Alergical y Microgynon. Su cartera era una sucursal de la farmacia. Hondamente preocupado, tardó como dos horas para conciliar el sueño, pero no pudo dormir profundamente ya que recordó que su suegra tenía un triplicado de la llave y tenía que hacer algo para solucionar ese problema. A la mañana siguiente, se levantó  alrededor de las ocho y media y bajó a tomarse un café. Casi se le cae un testículo entre las medias cuando vio a su suegra leyendo su periódico tomando su desayuno. Su querida suegra había traído muchas cosas del market y había estado arreglando todo en la cocina.
–Buenos días suegra, dijo el marido. La bruja no le contestó y siguió tomando su café leyendo el periódico. Entonces tomó su taza y se regresó a su dormitorio. Ese día no hizo nada ni dijo nada. Al día siguiente, puso el despertador a las seis de la mañana y esperó  la llegada de su suegra. Hacia las siete y media oyó el auto del engendro. Inmediatamente, se despojó de su bata quedándose completamente desnudo y recostándose en el sillón de la sala con el periódico abierto, se preocupó de los detalles a fondo por lo que separó ampliamente las piernas mostrando su artillería sexual. Cuando la suegra entró, lanzó un grito casi exacto al de una rata, se cubrió los ojos y llamó a su hijita a gritos. La esposa que conocía perfectamente el aullido de su madre, bajó a trancazos las escaleras por las que casi se desmadra porque se le enredó la bata con una pantufla, para encontrarse con esa escena que era lo más parecida a una película de Fellini. Ambas estaban como paralizadas mientras que el marido leía calmadamente el diario completamente desnudo moviendo pausadamente las piernas. Pasaron varios segundos hasta que la esposa comprendiendo perfectamente el tema de la obra, comenzó a reírse hasta sollozar en carcajadas. La secundó su marido y la suegra increíblemente, comprendió lo que pasaba. Inmediatamente los amenazó, largándose, que nunca más volvería a “ayudarlos” y tras un portazo, dejó tras de sí un silencio celestial. Al medio día tocaron la puerta. Era la chola de la casa de la suegra trayendo la llave triplicada de la casa en un sobre.

II Parte (Continuará)

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