En la sala de espera, una tarde...
En una sala de espera un hombre de 62 años entra sin querer, en una conversación con un joven paciente de 16 años.
-
¿Qué hacía usted a mi edad? Pregunta el joven.
-
Veamos, era 1960. Te voy a comentar a medida de lo que me
acuerde. Acababa de terminar el colegio. Mi padre estaba pensando en comprar un
televisor, ya que la televisión se había iniciado en Lima dos años antes. La
mayoría eran de 21
pulgadas de marcas como Andrea, Philips, Normende o
Telefunken, casi todos europeos, el problema era que costaban más de mil
dólares. Eran aparatos a tubos y en blanco y negro y sólo había en Lima tres
canales. Todos los programas eran en vivo, hasta los comerciales. No existía el
control remoto. Los teléfonos, ¡Ah! Se debía esperar muchos años para lograr
tener uno. No existían los teléfonos celulares, yo veía un cómic llamado Dick
Tracy que era un detective que usaba una especie de celular de pulsera, como un
reloj. Eso me parecía algo imposible de lograr. Los cines eran enormes y muy
elegantes y sólo había tres funciones. Nadie usaba zapatillas para caminar por
la calle. El aeropuerto quedaba en la actual sede del Ministerio del Interior
en Córpac (Córpac era las siglas de Corporación Peruana de Aeropuertos
Comerciales, entidad del estado) Lo que es
la Av. Benavides
era una pistita de doble vía ida y vuelta y había chacras a ambos lados. No
había computadoras, ni se pensaba en ellas. No habían inventado el cassette aún
y menos el CD ni el DVD. No había walkman, ni discman ni nada parecido. No
habían mini componentes. No había micros. Era raro ver cholos en las calles.
Los jóvenes usaban los pantalones en la cintura verdadera y las chicas sólo
usaban pantalones en los paseos. Los hombres cedían el asiento a las damas en
el bus y en los tranvías que aún transitaban en Lima y el Callao. En el tramo
de Lima al Callao, el panorama era de haciendas. No había vía expresa. No había
mercados tipo Wong. Los autos eran americanos y con motores V8 y eran
carísimos. La gasolina era muy barata y nadie usaba gas para cocinar, las
cocinas eran eléctricas o kerosene. Las radios eran lo que más se escuchaba y
los aparatos de radio eran de tubos y muy grandes, casi todos tenían radiolas,
unos muebles grandes y muy caros. Viajar a Estados Unidos costaba un ojo de la
cara. Salir con una chica era imposible, sólo nos podíamos ver en visitas
formales y con la vigilancia permanente de la madre. La virginidad era un tema
tabú y las relaciones sexuales eran para la gente casada y no se hablaba de
ello porque era inelegante y hasta considerado vulgar. Las chicas jamás decían
una lisura frente a un hombre. Con una enamorada era impensable tener
relaciones sexuales. Si alguien salía encinta, era considerado un escándalo y
eran obligados a casarse para evitar el qué dirán. A las trabajadoras del hogar
se les llamaba sirvientas o la chola, les pagaban poco, no usaban uniforme y la
mayoría eran analfabetas y olían a chivo. Se iba al colegio en la mañana y en
la tarde, se regresaba a almorzar en la casa con los padres y era obligación
asistir a clases hasta los sábados por la mañana y obligatoriamente ir a misa
todos los domingos en colegios religiosos como el que yo asistí. Se comulgaba
en ayunas. Los hombres se enteraban del sexo en los burdeles donde uno se
iniciaba más o menos a los 16 años. No habían anticonceptivos y no se vendía
condones a menores de 21 años. Al Dr. Marco Aurelio Denegri lo arrestaron por
haber opinado sobre sexo en la tele. Nadie fumaba antes de los 21 años delante
de sus padres y menos tomaban un solo trago. Sólo tomaban cerveza los cholos.
Las drogas ya existían pero nadie las mencionaba. Cuando uno aprendía una
lisura se susurraba al oído de los amigos como un gran descubrimiento. Estar
con una chica podía tomar algo de dos meses y muchas no sabían besar con
lengua. Había que tener 21 años para ver una película con escenas de amor. A
misa no se podía entrar con manga corta. El bikini era sólo para las gringas,
las chicas “decentes”, ni pensarlo. Nadie jamás se le hubiera ocurrido
aumentarse las tetas ni el trasero. Una chica que tuviera más de dos enamorados
en un año era mal vista y se maleaba. Los curas usaban sotana hasta el suelo y
usaban sombrero de tres picos. El tránsito era muy ordenado y se ponían
papeletas hasta por tocar la bocina. Iba a seguir cuando el chico espetó:
-
¡Señor, por favor no siga, se los ruego, ¿cómo pudo usted
sobrevivir todos estos años sin juegos, sin celulares, sin cable, sin micros,
sin sexo, sin decir lisuras, sin computadoras, sin un solo troncho, sin usar
zapatillas, en fin, ¡su vida ha sido como una película de Chucky! Pobre usted
señor, lo compadezco de veras, señor, ¡qué horror! Me ha deprimido todito. ¿Se
va a hacer tratar supongo? ¿Cómo ha llegado a
su edad vivo?
-
Precisamente, ¿no estamos en el consultorio del siquiatra?
Le contesté. Yo estoy aquí porque no soporto esta vida con todo lo que en mi
época no había. Imagínese joven, en mi época habían tres canales, hoy hay 230,
odiaba el teléfono porque sólo llegaban malas noticias, ahora tengo en el
bolsillo dos celulares, en uno me llama mi esposa cada cuatro minutos en el
otro mis hijos para pedirme plata. Hoy casi he sido arrollado por un micro, me
han mentado la madre ya tres veces hoy mismo. Los bocinazos casi me han causado
un infarto. Uso zapatillas Nike super suaves pero un soldado me pisó el pié
justo donde sufro de gota. Se me ocurrió decirle a una sobrina que era muy
linda, y me ha denunciado a la comisaría por acoso sexual, además de haberme
dicho toda clase de lisuras de alto calibre. Hace poco que he tenido que
rechazar a tres amigas, esposas de tres amigos, y me han dicho que a lo mejor
soy maricón. Mi mejor amigo acaba de morir de una sobre dosis de una nueva
droga, cuatro son alcohólicos y dos están en el manicomio. Dieciocho ya han
muerto. Ya no manejo porque ya me cansé de que me digan, “oye abuelito,
despiértate pues y apúrate”. Mis dos hijos hace tres meses que viven con sus
enamoradas en el dormitorio en mi casa y me piden que les prepare el desayuno.
Una vez una de las chicas trató de agarrarme el trasero guiñándome un ojo. Mi
mujer hace ya un año se fue con un tipo que maneja una moto. Compré un
televisor pero nunca lo he podido ver porque mis hijos lo han metido a su
dormitorio y siempre lo dejan con llave y si no están, las chicas que nunca
salen del dormitorio siempre están viendo novelas. Mi hija mayor se fue sin
dejar rastro con un argentino y no me llama desde hace diecisiete años. Ayer que
cumplía 37 años, me llamó sólo para pedirme cinco mil dólares para poder salir
de la cárcel. ¿Y el argentino? Le pregunté. Me dijo que lo habían matado y que
querían echarle la culpa. Inmediatamente me dijo que me juraba que no le había
pegado muy fuerte. A lo que le pregunté con qué le había pegado y me dijo que
con una comba. Insistía en decirme que no le había pegado muy fuerte. También
me dijo quejándose mientras lloraba que le había sorprendido lo frágil que el
argentino tenía el cráneo y que creía que era un maricón de mierda y que le
había cagado la vida. Yo le dije que entonces no lo mataron, sino que ella lo
había matado y la burra me dijo que no había sido su intención. Insistía en
asegurarme que la policía estaba exagerando para sacarle plata. Me lloró
exigiéndome que le mandara los cinco mil dólares y juraba que me quería mucho.
Yo aproveché para hacerle recordar que hacía diecisiete años que no me llamaba,
que cómo entonces ahora súbitamente me quería tanto. El joven tenía los ojos
extraviados cuando se me ocurrió observarlo. Lo vi más de cerca y el tipo se
había ahorcado con su correa. ¡Estaba muerto! Me levanté súbitamente y en ese
momento, salió el doctor. No pudiendo articular palabra sólo le mostré al
galeno con las dos manos al interfecto. El siquiatra, tranquilamente me cogió
de las manos y me dijo,
-
No se preocupe señor, esto pasa continuamente en este consultorio. ¿Le
habló usted de algo mientras
esperaban?
-
Bueno sí, le estaba contando cómo era mi vida solamente.
-
Mmm. Entiendo, no se preocupe. Era un joven paciente que
tenía un problema imaginario con su madre que según insistía lo había
abandonado al nacer. Ayer me llamó para
decirme que su madre lo había llamado para comentarle que acababa de matar a su
padre con una comba. Un caso típico de paranoia que no iba a tener cura. Ahora,
pase usted y cuénteme cuál es su problemita …
Fin
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