Saturday, March 3, 2012

La pobreza

La pobreza no es otra cosa que el resultado de una acción errada en la organización de un estado. Una organización humana estable y progresista requiere de un trabajo en equipo perfectamente balanceado para que todos obtengan una forma de vida digna con las inevitables y obligadas categorías que resultan de toda organización. No se puede pensar en la uniformidad de las categorías porque ello deviene en una utopía, que además, no es práctica ni operativa. En consecuencia, la pobreza no debería existir, pues se supone que el camino hacia esta inconcebible situación está vinculada al desarrollo de seres humanos en proceso de deterioro mental, especialmente en lo que se refiere a su auto estima y su progresiva pérdida de interés en asociarse a la corriente progresista comunitaria. Si se vislumbrase un brote de esta anomalía en algunos individuos en una sociedad, ésta deberá erradicarla inmediatamente, aplastando hasta sus cimientos el fenómeno, porque si la pobreza se llega a instalar, será prácticamente imposible erradicarla. Las personas detectadas que muestran indicios de inclinarse a la pobreza deberán ser aislados y sometidos de urgencia a un tratamiento psiquiátrico para que les sea posible reinsertarse en la sociedad antes que su enfermedad se propague como una plaga, ya que este mal tiene una facultad de contagio pandémica. El origen de la pobreza viene de actividades no permitidas como la vagancia, el vicio y la deshonestidad, hijas legítimas de la ignorancia y la incultura y sus ramificaciones los vicios inaceptables como la delincuencia, el pandillaje y otras acciones criminales que se desarrollan como producto de la pobreza. Un estatus que engloba todas las taras humanas que hoy asedian a las grandes ciudades en nuestro planeta. Los programas existentes de lucha contra la pobreza, no son otra cosa que la expiación de los pecados cometidos por todos los gobiernos que han permitido, tolerado, y hasta alentado la propagación de esta plaga inaceptable. Los pobres son una colectividad de seres disminuidos, han perdido totalmente la capacidad de iniciativa, no conocen la palabra progreso y menos aspiración, porque han llegado a la ignorancia casi total. Muchos han perdido por completo la dignidad. La mayoría se conforma con una forma de vida paupérrima y, temerariamente, se reproducen sin ningún control. Los han acostumbrado a pedir todo sin dar nada a cambio, salvo los votos para la elección de un nuevo mandatario. Allí radica precisamente el mantenimiento de esta clase social absurda e inconcebible. Los señores del poder juegan irresponsablemente a esta ruleta rusa que significa mantener una masa que por su naturaleza puede ser fácilmente manejada, aunque históricamente se hayan producido algunas veces muchas revoluciones de las que han surgido pseudo líderes que han terminado casi siempre en un baño de sangre y con el resultado de más pobreza aún, porque siempre los sátrapas no persiguen sueños colectivos sino personales. Si los gobiernos son los responsables de la pobreza emergida producto de una deficiente administración, éstos deben asumir su responsabilidad invirtiendo, más que gastando, millonarias sumas en cortar de raíz la pobreza, tomándose todo el tiempo que sea necesario para resolver el problema. Revertirla podría tomar décadas, pero no hay alternativa si no se quiere que muy pronto las naciones colapsen socialmente ante su incremento, sumado ahora a una ramificación de este cáncer social que ya se ha desarrollado llamada extrema pobreza, que no es otra cosa que la carrera loca hacia el abismo. La indiferencia devendrá en la instauración definitiva e irreversible del caos. Las masas no han contribuido en nada en el desarrollo de la sociedad, sin embargo, se les encarga la responsabilidad de tomar las decisiones fundamentales en todos los temas que desconocen por completo. Esta es una de las fisuras más aberrantes de la democracia que ha devenido más bien en una perfecta oclocracia. Es sorprendente cómo las sociedades no han podido encontrar un sistema de gobierno que permita ejercer una administración apolitizada, fría, eficiente y con autoridad, como para poder aplicar sin miedo y en forma implacable las obligaciones que dictan las leyes. Hay que buscar el equilibrio necesario para actuar sin contemplaciones ante esta amenaza social que perjudica a toda la sociedad en su conjunto. Tomar decisiones drásticas, aún a costo de algunas vidas humanas, permitirá en el corto plazo aplicar el principio de autoridad, haciendo cátedra colectiva de que las normas creadas para la administración de la sociedad deben cumplirse inconmoviblemente, aplicadas, eso sí, con justicia. El cambio necesario para enrumbrar definitivamente a los países que se encuentran en una estancada vía de desarrollo, tienen una solo forma de lograr su definitivo desarrollo; aplicar una política radical, impostergable y sin contemplaciones que arrincone a la pobreza, la detenga y la prohiba, de una manera tal, que evite se siga propagando por un día más. A la humanidad le ha tomado unos veinte siglos para tomar impulso, acaso le queden apenas unos cuantos años para frenar ante el abismo. 

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